
Tuvo un rostro con cuyos ángulos el sol se sentía cómodo porque jugaba a tirarle rayos. Se perfilaban en un lado y en el otro con el único objeto de sacar nuevos colores. Ensayaba el sol con ese rostro único; los pómulos, el mentón, la punta de la nariz, la base de la frente; ahí, por los extremos de las cejas el sol tiraba y tiraba, y hacía un festival con los colores que inventaba.